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La utopía capitalista de Chicago

En 1880 el empresario George Pullman puso en marcha un innovador proyecto a las afueras de Chicago: crear una utopía capitalista, una ciudad que fuese un modelo ideal de las virtudes del sistema económico imperante. La idea era que fuese un lugar de trabajadores felices y económicamente muy rentable para su inversor, pero el resultado fue un rotundo fracaso, y la situación de la ciudad era tan nefasta que sería el origen de una de las huelgas más famosas de Estados Unidos, la «Pullman Strike» de 1894.

En Estados Unidos se promocionó mucho el proyecto y se enfatizó la sólida base científica que presuntamente lo respaldaba. En diferentes periódicos se destacó como la realización de la gran idea de de un genio visionario. Para muchos, la idea de esta ciudad creada de cero estaba llamada a ser un experimento que cambiaría la sociedad estadounidense. La base del proyecto era la edificación de una ciudad moderna, en un lugar que le permitiese tener entidad propia, pero muy cerca de Chicago, lo que favorecería la comunicación con una gran ciudad, la emigración de trabajadores y la sostenibilidad económica. En esta ciudad absolutamente todo, desde las fábricas a las casas o las tiendas, pasando por el alcantarillado o los espacios «públicos» serían propiedad de Pullman, el inversor único con el que contaba el proyecto. El ambicioso proyecto se basaba en algunas ideas que la empresa de Pullman (centrada fundamentalmente en el negocio de los ferrocarriles) había desarrollado para sus trabajadores en Inglaterra. Por lo que, aunque sobre todo desde la perspectiva actual aquello parecía demasiado arriesgado, en su momento se pensó que Pullman tenía la experiencia suficiente para que en la práctica no fuese para nada descabellado.

Casas de los trabajadores en Pullman (c. 1890)

La ciudad se creó siguiendo los parámetros de lo que entonces se consideraba el prototipo de ciudad moderna. Con las casas en hileras perfectamente ordenadas, las calles distribuidas de forma inteligente, con servicio de agua corriente, gas y alcantarillado. El altísimo coste de crear un poblamiento moderno como ese desde cero se llevó unos 6 millones de dólares del empresario solo en los tres primeros años, pero éste consideraba que a largo plazo no tendría problemas en recuperar la inversión. El proyecto siguió adelante y la ciudad comenzó a funcionar como tal, llegando a ella ciudadanos hasta alcanzar la nada desdeñable cifra de 12.000 personas. Para hacerlo todo más ¿idílico? incluso se establecieron unas normas de convivencia que buscaban asegurar unas óptimas relaciones sociales y evitar conflictos.

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